sábado, 6 de septiembre de 2014

Danza de las Horas - Ponchielli - (2004)

Danza de las Horas (Ponchielli)

   No existe una biografía completa ni definitiva de Ponchielli (1834 – 1886) y cuyo legado se centra en forma única y exclusiva en la fama de su ópera “La Gioconda”. Ponchielli fue alumno becado del Conservatorio de Milán, obteniendo su diploma de egreso a los 20 años, ya con varias breves composiciones a su haber. Sus primeros trabajos los desarrolló en Cremona, como intérprete y profesor de órgano, llegando pronto al mundo de la ópera, el que más le interesaba. 




. “La gioconda” es una ópera de fuertes tintes pasionales y dramáticos y está concebida en una directa aproximación a lo que es la “Grand Opera” francesa, dada su extensión, su espectacularidad visual y el infaltable ballet. Recuérdese que en el acto tercero de la obra está incluido el célebre pasaje coreográfico conocido como “Danza de las horas”.Es conveniente aclarar que en su nombre esta ópera no guarda ninguna relación con la tan famosa obra pictórica “La gioconda” de Leonardo da Vinci. En italiano “gioconda” es un adjetivo que significa “alegre” o “risueña”. 

ARGUMENTO:  

La acción de la ópera se desarrolla en el siglo 17, en Venecia en días de carnaval. 

Acto primero 

   Plaza del palacio del Dux.

   Alegres venecianos cantan y bailan contemplados ocultamente desde un rincón de la plaza por el espía Barnabá, siempre al acecho de que alguien cometa alguna falta para informar a sus superiores de la Santa Inquisición. Barnabá ama a la cantante conocida como la Gioconda, quien aparece acompañando a su vieja madre ciega.Barnabá aprovecha la ocasión para declararle la pasión que le inspira, pero la muchacha no le corresponde y se aleja, buscando al rico genovés Enzo Grimaldo, a quien ella sí ama.

   Llega a la plaza un gondolero que acaba de ser vencido en una carrera de regatas y el pérfido espía, para vengarse de la actitud de la Gioconda, le dice que la vieja ciega le ha echado un sortilegio, y que su maléfico hechizo le ha impedido vencer.

   El gondolero, dominado por la rabia, intenta maltratar a la pobre anciana, pero aparece Enzo, que se lo impide.

   Llega también Alvise Badoero, Jefe de la Inquisición, y su bella esposa Laura, quien sostiene secretas relaciones amorosas con Enzo. Laura suplica a su marido que tome bajo su protección a la vieja mujer, la cual, conmovida por esta generosa actitud, hace entrega a la dama de su rosario, como prueba de gratitud. 

   En tanto, el espía Barnabá ha observado las miradas apasionadas que Laura y Enzo se dirigían y para deshacerse de este rival en el amor de la Gioconda, trama una intriga con el a fin de deshacerse de él. Llevándoselo aparte, le dice que Laura le visitará esa noche en la embarcación que tiene en el muelle, a cuya noticia Enzo se apresura para preparar un digno recibimiento para su amante. 

   El malvado espía informa después de lo mismo a Alvise, dándole cuenta de la hora y el lugar donde podrá comprobar la infidelidad de su esposa. 

   La Gioconda, que oye esta declaración, se ve asaltada por los celos al saber que Enzo ama a otra mujer. 

   El acto termina con la algarabía de un grupo de venecianos que bailan en medio de la plaza. 

Acto segundo 

   Puente de un navío amarrado en el puerto de Venecia. 

   El espía Barnabá, disfrazado de pescador, canta en compañía de unos marineros y luego se esconde.

   Llega Enzo a su barco y es saludado con aclamaciones por toda la tripulación. Luego llega Laura y la lleva a bordo señalándole que zarparán cuando llegue la madrugada. Pero su alegría es turbada por la llegada de la celosa Gioconda. 

   Extrayendo un puñal que llevaba escondido se dispone a ultimar a Laura, pero cuando advierte el rosario de su madre que aquella lleva en el pecho, recuerda el generoso comportamiento con la pobre ciega. La Gioconda desecha entonces su propósito criminal y le ofrece su amistad a Laura.

   En aquel momento aborda el buque un policía conduciendo al marido de Laura. La Gioconda, para salvarla de ser sorprendida, la ayuda a escapar. Seguidamente informa a Enzo que los agentes del Dux vienen a prenderle, habiendo sido denunciado por el espía Barnabá.Enzo, prefiriendo perder su buque antes que entregarlo a los inquisidores. le prende fuego con su propia mano, poniéndose a salvo después.

Acto tercero 

   Salón en el palacio de Alvise. 

   El inflexible juez, aunque no ha podido comprobar plenamente la infidelidad de su esposa, decide que, para expiar sus aparentes culpas, perezca esa misma noche. 

   Así, le ordena que beba un brebaje que contiene veneno y se libre ella misma de una vida que no ha sabido sobrellevar con dignidad. La sumisa esposa promete obedecerle, a la vez que la Gioconda sustituye el veneno de la copa por un fuerte narcótico.Laura lo ingiere y cae sumida en un profundo letargo. Alvise, creyendo que ha muerto, abre las puertas del salón a sus invitados, a los que ofrece una gran fiesta (este es el momento de la famosa “Danza de las Horas”) 

   El implacable Barnabá dice a Enzo, que es uno de los convidados, que su amante ha muerto. En su desconsuelo éste trata de desenmascarar al anfitrión acusándolo de celebrar un baile en su casa, habiendo un muerto de cuerpo presente. 

   Al escándalo que produce esta grave denuncia acuden los guardias, que arrestan a Alvise, el cual, antes de abandonar el salón, descorre una cortina y muestra el inanimado cuerpo de Laura, a quien dice que él mismo dio muerte. 

   Todos los invitados quedan petrificados de horror. Enzo trata de vengar su amada, supuestamente difunta, asesinando al cruel marino, pero varios invitados lo detienen y mientras los guardias se llevan a Alvise, Enzo queda preso bajo la custodia de Barnabá.

   La Gioconda ofrece a éste acceder a su amor si pone en libertad a Enzo, trato que acepta el apasionado espía con la esperanza de poder poseer al fin a la mujer que tanto ambiciona. 

Acto cuarto 

   Hasta las ruinas de un castillo en la costa del mar Adriático la abnegada Gioconda y un grupo de amigos ha conducido el aletargado cuerpo de Laura. 

   Aparece Enzo y Laura comienza a despertar del pesado sueño. Los dos amantes se abrazan tiernamente y juran no separarse jamás. La desdichada Gioconda contempla este idilio con tristeza, pues piensa que está condenada a una eterna soledad. Después de ayudar generosamente a los dos amantes a ponerse a salvo, la Gioconda decide morir. Cuando se dispone a beber un veneno, aparece el espía Barnabá, que viene a reclamar la promesa que ella le hizo. La Gioconda finge estar dispuesta a cumplir la palabra empeñada, ya que él cumplió con la suya, pero aprovechando una distracción del espía, saca un puñal y se lo entierra en el pecho. 

   El cruel Barnabá, viéndola moribunda, aún tiene tiempo de amargar sus últimos instantes de vida, diciéndole pérfidamente que antes de venir a buscarla, había dado muerte a su vieja madre ciega.

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